La esclavitud de tus palabras,
el llanto que lo arropa
de miradas sospechosas.
El albergar un baúl en tu rincón
con olor a pólvora
de armas utilizadas,
el olerte la mano y dejar restos en tu camiseta
al intentar
defender,
de que tú no las empuñabas.
La frágil tesitura.
El fingir cambios para futuras promesas.
El arrojar palabrería,
como si mesa de tertulia televisiva se tratara.
Jesús Aran
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