Te invito, no sé,
a
tomar un café,
tal
vez a leer
tal
vez a maldecir,
suplir
el existir,
caminar
con lujuria sobre tu piel
me
alimento de tu miel,
soy
un oso sin esbelto pelaje,
pero
con bastante hambre
me
afana la idea,
en
medio de tus piernas
y
que aprendas
que
dios nos regalo la vergüenza,
el
mayor regalo para poder romper
quemar,
como un papel,
donde
se escriben
los
más profundos secretos
que
guarda el colchón,
y
solo al sentir la sal de su sabor
la
agriada de lo conocido,
de
lo impío esplendido señorita,
que
abraza y no suelta,
que
grita y como nadie es terca
ya
que no me sueltas,
me
incitas a que te muerda,
pero
primeramente me tomare un café,
supe
que la cafeína,
nos
vuelve activos, no dormimos
como
dicen los consentidos,
bien
acurrucaditos,
y
uno que otro toque en la noche
violentos
y colmados
de
ese liquido amargo,
negro
y doloroso
no
se puede ver nada
más
allá de su color
sin
embargo existe
el
reflejo de nuestro amor…
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