Ahora sí que es un adiós, no un hasta luego.
Promesas que
nunca acababa por cumplir,
hasta el día que lluevan pianos decía que estaría a
mi lado
y se fue con el último trago de whisky barato.
Su tiempo junto a mí fue como esa última calada de un cigarro,
tan
necesario como inútil.
El roce de su piel era
un momento en el infierno,
excitante pero mortal.
Su mirada...su mirada sí que era mortal...
No te preocupes, mi vida con la tuya no se cruzará.
No tendrás que escuchar mi voz, ni yo la tuya.
Volver a llevar los brazos al cielo si preocuparme lo que
pienses o como reacciones.
Vivir mi vida a mi manera sin tener que llorar por
ti.
No te tendré a mi lado aunque alcance el nivel más alto
de la locura, de tu locura.
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