Uno intento llorar,
cuando el de al lado se percató de lo que estaba
sucediendo,
el protegía sus lágrimas
como si de recuerdos avergonzados se tratasen,
no comento nada por el dirán,
más no soltó ni una gota,
haciendo ver que en valiente se posicionaría.
No, no soy quien tú dices ser,
embalsame como a
un producto cosechado sin esmero,
véndeme al mejor comerciante y especula con mi
dolor.
No me someteré a productos para cambiar de sabor,
ni de textura, ni de olor.
Tú no entiendes lo que es luchar
contra mí mismo y el mundo,
estas cicatrices lo corroboran,
ves mis ojos,
pues ellos difundes cuanto mal estar hay en lo que
veo.
Ves mis uñas con restos de astillas y magulladas,
pues son de perforar
puertas que en su día se cerraron.
Para mí no existen golpes y una voz adormecida diciendo
“se puede entrar”.
Mi voz no la escuchas, ni la escucharas.
Jesús Aran
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